sábado, 27 de agosto de 2011

Y seguiré soñando


Tenemos una preferencia particular por ciertas canciones ya sea por su ritmo que nos contagia de alegría y nos enchufa en la diversión, porque aprendimos a quererla por alguna otra persona; pero tal vez nos gusten algunas canciones porque sus letras cuentan, como nosotros quisiéramos contar, alguna etapa de nuestra vida en algo así como 4 minutos. Creo que también algunas canciones son especiales para nosotros y hasta nos llegan a gustar, porque gracias a ellas recordamos a una persona que fue importante, especial y que marco de alguna forma nuestra vida y nos remonta a algún lejano o cercano pasado con tristezas o alegrías. Son gracias y por culpa de esos juegos de la mente, que al escuchar una canción que está grabada en nuestra mente, automáticamente nos conectamos con los recuerdos de esa persona, y recordamos algún lugar, una experiencia, y por unos instantes mágicos o infernales  quedamos atrapados en el recuerdo mientras escuchamos esa canción. Y es que las canciones son como fotografías mentales. Las imágenes buenas o de las otras, las pone nuestros recuerdos en relación directa a las buenas o malas experiencias que evocamos al escuchar nuestras favoritas, o aquellas que no siendo nuestras favoritas la radio las toco y nos enchufo con los recuerdos. No podemos hacer nada, esa canción nos traerá algún recuerdo, y ojala siempre fueran solamente buenos recuerdos, pero no siempre es así.

Como las canciones, los poemas grafican momentos o etapas que hemos vivido, ellos dicen lo que algunos quisiéramos decir, pero de una forma más edulcorada y decente.
De todos los poemas que he leído en Sour de Media Noche, hay uno al que le guardo un particular cariñó, muy a pesar mío, cuenta lo que en algún momento lo que tal vez quisiéramos decirle a alguien. Me permito compartirlo en el Blog, lo leí el pasado domingo en el programa, porque me lo pidieron, pero además, aunque suene a conchudez, me lo pedí a mí mismo. De tanto leerlo casi me lo aprendí de memoria, lo leo en silencio y siento que debería dedicárselo a alguien, pero sé que eso resulta prohibido, pero que importa, se que mucho de lo que está prohibido para mí me hace vivir, y entonces en silencio me permito dedicárselo. Tal vez esa persona lea estas líneas, y se preguntara… ¿Qué mujer será esa? Y no comprenderá.

Paúl


YO SEGUIRE SOÑANDO

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizás: «Qué linda es, todavía».
Tú, quizás pensarás: «Se está poniendo viejo».
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

José Ángel Buesa